No es tan popular como una fobia a las arañas o a lugares cerrados, pero afecta a muchas más personas de lo que la creencia popular diría. Se trata del miedo a manejar o más conocido como Amaxofobia, una enfermedad muy habitual en mujeres jóvenes.
¿Qué siente un amaxofóbico cuando se pone frente al volante? Varias cosas; angustia, taquicardias, dolor estomacal, vértigo, sensación de desmayo, comienza a sudar, tiene temblores y síntomas de hiperventilación.
A estas personas, conducir les resulta una experiencia desagradable y -en la mayoría de los casos- prefieren desistir y abandonar la misión. Ellos mismos lo asocian a experiencias traumáticas, como accidentes de tránsito propios, de familiares o amigos, o al hecho de haber repetido en numerosas ocasiones el examen de conducir. Sin embargo, los expertos lo atribuyen más a una falta de confianza en sí mismo y una autoestima muy baja.
Las personas más propensas son quienes tienen antecedentes de trastornos de ansiedad y depresión. Además de un alto nivel de estrés, fragilidad emocional, rigidez mental, reducido nivel de tolerancia a la frustración y gran nivel de autoexigencia.
Su tratamiento tiene que ver con la capacidad aprender a controlar los pensamientos que agarrotan músculo y mente. Los psicólogos trabajan la tranquilidad en los pacientes, su autoestima y una predisposición positiva.
Las situaciones que dan más miedo
– La circulación en puentes: les da terror la posibilidad de caer al vacío en una hipotética pérdida de control.
– Entrar a los túneles: la entrada en un espacio cerrado les crea sensación de agobio, por lo que el amaxofóbico no encuentra salida.
– Entrar a vías rápidas de varias pistas: aflora una exagerada percepción del riesgo y la persona entra en crisis al verse incapaz de controlar el auto.
– Curvas cerradas: la velocidad y pérdida momentánea de perspectiva pueden provocar una crisis.
– Maniobra de estacionamiento: tienen la sensación de estar estorbando al resto de los conductores mientras realiza la artimaña.