Comprar un auto usado siempre es un riesgo: nunca sabremos qué cosas vivió en su vida anterior. Su historial de choques, topones, ralladuras, robos y quemaduras siempre serán un enigma. Por eso es que antes de comprar un vehículo usado, lo más aconsejable es revisarlo al revés y al derecho.
Lo primero que hay que hacer es examinar todo aquello que estás tras la carrocería, eso que no se ve. Revisar los tapabarros de las ruedas para ver si hay algún deterioro o saltadura, y comprobar si existe un desajuste en el capó delantero y trasero, ya que esto puede evidenciar que el auto tiene más años de los que representa, o revelar la existencia de topones y choques más fuertes. Si el auto tiene mucho kilometraje, se verá reflejado en el desgaste en la goma de los pedales, asientos, palanca de cambios o tapiz del piso.
También es bueno revisar si se desvía la dirección, es bueno hacerlo en neutro para también verificar que no se escuche ningún ruido extraño, a parte del sonido de los neumáticos con el suelo. Por otro lado, es recomendable comprobar el estado de los amortiguadores, es tan fácil como presionar el capó hacia abajo, con el motor parado, y ver la respuesta del auto: si rebota en exceso, significa que el auto tiene los amortiguadores gastados.
Los frenos deben responder bien, frenando en intervalos y en seco. El motor no puede tener pérdidas de aceite, y las mangueras del circuito de refrigeración deben estar en buen estado, con una textura esponjosa. Y no importa si está perfectamente limpio, eso no significa que esté nuevo, sino que pudo ser lavado para disimular algún detalle. También los restos de pintura en las gomas de los parabrisas o en los bordes de las ventanas podrían revelar una posible reparación mal hecha.
No te olvides de tener al día la documentación del auto, y comprobar en el Registro Civil de tu comuna que el vehículo no tiene algún problema legal, o consultar a través del sitio web de Carabineros de Chile la información sobre los vehículos encargados. Además es bueno pedir a su antiguo dueño el registro de la mantención del vehículo, con timbres del servicio técnico que comprueben que durante ese tiempo sí hubo controles, y que el kilometraje no fue alterado. Uno de los “fraudes” más clásicos de todos.